martes, 2 de agosto de 2011

Surge de la costa

Surge de la costa un conjunto de sonidos que se arraciman en asociación espontánea.

El río no permanece indiferente, sus aguas murmuran una música de fondo, acompañando.

La maleza mantiene su puesto de observación, los árboles, los arbustos, espectadores de una obra que siempre comienza, que siempre termina, que siempre se está reescribiendo.

Río de vida y de muerte, dentelladas hambrientas y paz transparente, en oscilación infinita.

El oso hormiguero se acerca y se sirve lo que necesita de agua, luego de un atracón de hormigas negras, de un hormiguero grande como él mismo.

Un descendiente de ese oso, tiempo después, ha tenido que caminar unos metros más para encontrar la costa, y a la generación siguiente le cuesta un poco más.

Mientras tanto, la maleza ha ido dejando espacios libres en el teatro del río. Hay ausencias notables en cada nuevo tiempo presente. Todo indica que se reducen tanto el escenario acuático como los espectadores verdosos.

No se sabe cómo empezó todo; la tierra no lo sabe, el agua no lo sabe, los bosques y la maleza no lo saben.

A ningún eucalipto, a ningún pino, a ninguna piedra se le ocurrió ser cronista de lo sucedido.

Pero las rajaduras que se van formando en la tierra, ¿son heridas, o arrugas de vejez prematura, de vejez seca, de vejez acribillada?

¿Qué son esas grietas filosas? ¿Dónde están los hormigueros?

¿Qué hace ese cráneo de oso hormiguero mirándolo todo desde sus cuencas?

Dic 23 2009

Luis Schinca

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