La montaña está a solas, y medita ese augurio de temblor que sale de la hierba.
A su alrededor hay piedras que respiran el aire en movimiento, la brisa en olitas, en rizos repentinos.
También hay peñascos cuyas sombras son las viviendas de sapos albinos, que se mudan, en el infinito cambio de sus domicilios sombreados.
El sol busca los sapos en todo momento, y es al mediodía exacto, sin sombras a la vista, cuando los pierde bajo una breve cornisa de peñasco.
Allí esperan los sapos albinos, hasta que empiezan a crecer sus casas sombras.
Luis Schinca
Diciembre 2009
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